Surf

No sé surfear. Ni siquiera he intentado subirme a una tabla. Pero, a veces, imagino que lo  hago. Y me siento libre, recorro las olas soportando su intensidad… a veces me sacuden, me asustan. Y me afirmo para no caer. Lo logro y me siento feliz. No se lo cuento a nadie, pero esos días mi sonrisa brota, brillante de sol y salpicada de gotas imaginarias.

Hay otros días, sin embargo, donde el cielo está más gris y el mar más confuso, aún así salgo. Camino con la tabla bajo el brazo y cuando creo estar lista, intento pararme. Entonces, confundida, descubro que no puedo. Y me doy cuenta de que lo único que puedo hacer es ovillarme en ella y dejarme llevar por las olas.